Si se miraba en
el espejo no se encontraba tan desagradable, si acariciaba su pecho no lo
notaba tan grotesco e invariablemente si se paraba de puntillas las nalgas se
le veían extraordinarias. No temía a lo que veía, en cambio lloraba mucho lo
que su madre podría decirle, no estaba para soportar que alguien la criticara
más de lo que ella misma se hería. Ella sabía que no había engordado tanto, el
pantalón le entraba sin apuros pero era el maldito sujetador el que no quería
ajustar por más intentos que hizo, ese maldito artificio infernal no apuraba a
someter sus flojas tetas.
-¿Para qué quiero
tetas tan grandes si no hay nadie que las chupe?- se las acomodó como pudo y se
dio la vuelta al ordenador.
Pintaba un azul
fuera de la ventana, en pocos minutos saldría el sol y se le habría hecho tarde
una vez más para el colegio. De pronto una ventanilla se asoma de la esquina
derecha de la pantalla. Es Karen preguntando a Lo sí acabó la tarea.
Lo mira con
detenimiento el mensaje y un vacío se hace presente en su estómago, no sabe si
tiene hambre, ganas de cagar o son las ansias matutinas por irse rápido de
casa, le contesta a su amiga un “valeverga” y un emoticon de changuito
tapándose la boca. Se echa para atrás, se queda sentada flojamente en la silla
frente a la computadora y suspira. Cómo detesta ser así.
-¿Qué vamos hacer
hoy?- se pregunta entre dientes.
Apaga la pantalla y esta juega el papel de un
espejo oscuro para Lo. Ella se mira, acomoda su flequillo e imagina a Krysten
Ritter inyectándose heroína, se ríe de su propia referencia y piensa que eso es
más Uma Thurman en Pulp Fiction. No entiende porque le encanta verse como ellas
en sus respectivos personajes pero igualmente le excitan. Algo empieza a arder
en su entrepierna, cada pensamiento entre parecerse a esas mujeres y tener sus
labios en los suyos la transforma gradualmente en otro ser, se va acariciando
lentamente y se detiene en la aureola del pecho izquierdo, lo toca y le escupe
un poco. No entiende qué tienen los vídeos porno que hacen creer a la gente que
acariciarse el pezón sola excita, al menos a ella no le pasaba, prefería coger un
bicho de la lengua del gato cuando le lamía las tetas que tocarse sola. Se mira
en la pantalla que ahora es su espejo, poco a poco se le descompone la cara y
va apretujando el pezón, da un ligero chillido de dolor y se suelta.
-Qué asco, Lo- se
reacomoda el flequillo y se ajusta el sostén de nuevo –Si no estuvieras tan
urgida ya estaríamos más tranquilas. Mira que el gato ya no quiere dormir en el
cuarto- Se levanta y termina de vestirse sin prisa, el malhumor se acumula y lo
hace a propósito, quiere que todo le moleste, tiene ganas de patear a la vida
en la cara y no enfrentarse al vacío, a las manos sudorosas, la taquicardia y
los mareos. Coge la cajetilla que esconde en el fondo del armario, revisa una
última vez su fleco antes de salir y entonces ve que tras ella asciende de su
cama una nube negra que la abraza en un baile hipnótico, la nube le acaricia
todo el cuerpo como seda china y perdigones, la hiere mientras la besa Lo se retuerce
y las manos tristemente le empiezan a sudar y antes de que el primer rayo de
sol entre por la ventana, la nube abre de piernas a Lo,se le mete por el sexo y
ésta entre lágrimas y berridos sordos se queda con los ojos abiertos como
platos, temblando de miedo, asomando la cabeza hacía la ventana. La nube ya no
estaba y el día comenzó a clarear.